sábado, 20 de noviembre de 2010

La Celestina. Argumento y contenido ideológico

La Celestina. Argumento y contenido ideológico










Se publica en Burgos en 1499.
Argumento: El joven y rico Calisto se enamora arrebatadamente de Melibea, hija de unos poderosos burgueses de la ciudad. Consigue los favores de la dama por intermedio de la vieja Celestina. Cierta noche, tras la visita clandestina y gozosa al jardín de Melibea, Calisto muere al caer de las tapias del huerto, ella se suicida seguidamente, incapaz de vivir con su amante.

a)     Enfrentamiento individuo - sociedad
Uno de los problemas fundamentales de la obra es el enfrentamiento del individuo contra la sociedad. Los personajes celestinescos son conscientes del valor de sí mismos (excepto Calisto), de su importancia y dignidad personales. La prostituta Areúsa declara:

“Ruin sea quien por ruin se tiene. Las obras hacen linaje, que al fin, todos somos hijos de Adán e Eva. Procure de ser cada uno bueno por sí e no vaya buscar en la nobleza de sus pasados la virtud.”

La misma Areúsa porque no ha querido por qué no ha querido nunca ser criada, prefiriendo la prostitución:
¡…qué duro nombre e qué grave e soberbio es “señora” contino en la boca! Por esto me vivo sobre mí, desde que me sé conocer. Que jamás me precié de llamarme de otro, sino mía.

Pero una cosa es lo que los personajes piensan, y otra lo que pueden hacer con sus vidas, atrapados y condicionados.

b)     Conflicto querer ser – tener que ser

El querer ser, de un lado, y el tener que ser de otro, es un conflicto presente en toda la literatura del siglo XV, contando con el gran antecedente del Libro de buen amor. En La Celestina es Areúsa quien ejemplifica mejor el querer ser:

“Nunca alegre vivirás si por voluntad de muchos te riges”.

Pármeno rechaza primero traicionar a su señor, pero después, maltratado e insultado por su señor, decide aceptar diciendo:

“¡O, desdichado de mi! Por ser leal padezco mal. Otros se ganan por malos; yo me pierdo por bueno. ¡El mundo es tal! Quiero irme al hilo de la gente, pues a los traidores llaman discretos, a los fieles necios”.

En definitiva, el mundo es de tal modo que no permite la existencia de fidelidad ni de honestidad; hay que sobrevivir, es decir, es preciso tener que ser.[1]

c)     Angustia por el tiempo perdido

A pesar de todo, los personajes, conscientes de su valor, tienen una voluntad definida de vivir y actuar; esto se traduce en el placer de vivir y en disfrutar de la intensidad de ese placer. Por eso los personajes de Rojas viven con prisa[2]. Y al lado de ello, la angustia por el tiempo perdido y que pasa sin remedio. Lo que importa ahora es el tiempo y la vida del ser humano en ese tiempo. Bien claro lo dice la vieja Celestina: 

“Muertas sí; cansadas no. Si de noche caminan, nunca querrían que amaneciese; maldicen los gallos porque anuncian el día e el relox porque te dan tan apriessa…Camino es, hijo, que nunca me harté de andar. Nunca me vi cansada.

Y Pleberio, padre de Melibea:

“…el tiempo, según me paresce, se nos va, como dicen, entre las manos. Corren los días como agua de río. No hay cosa tan ligera para huir como la vida”.

Y así es, si Calisto murió de modo arrebatado, Pármeno y Sempronio, los dos criados, “madrugaron a morir”. Así, trágicamente (“muertos sí, cansados no”), terminan los personajes de La Celestina.

d)     Fracasos del ser humano en el siglo XV

El yo de la persona (querer ser) fracasa, el vivir intensamente fracasa, ¿qué les queda a los personajes? La comunicación y la solidaridad con los demás seres humanos. Pero esa palabra también fracasará, pues se pervierte su significado al utilizarlo.
Quizá el momento más patético de toda la obra sea aquel en que el joven Sosia cuenta a Tristán (la pareja de criados que sustituye a la primera, degollada públicamente por el asesino de Celestina) lo ocurrido con Pármeno y Sempronio:

“Nuestros compañeros, nuestros hermanos…Ya sin sentido iban, pero el uno, con harta dificultad, como me sintió que con lloro le miraba, hincó los ojos en mí…como preguntándome qué sentía de su morir. Y en señal de triste despedida, abajó su cabeza con lágrimas en los ojos.”

En el último instante de su existencia, un ser humano intenta, de modo definitivamente sincero, buscar la solidaridad y la comprensión de otro: queda todavía la mirada, cuando la palabra ha demostrado su mentira pervertida. Pero lo realmente trágico es que, aún así, todo es inútil.

Pues lo cierto es que en La Celestina todo intento de realización de la persona y de comunicación está condenado al fracaso. Junto a los continuos llamamientos a la solidaridad, a la amistad, al compañerismo, encontramos la mentira, la traición, el engaño, la desconfianza y la inseguridad.

“A quien dices el secreto, das tu libertad”. (Pármeno)

“¿En quien hallaré yo fe? ¿Adónde hay verdad? ¿Quién carece de engaño? ¿Adónde no moran falsarios? ¿Quién es claro enemigo? ¿Quién es verdadero amigo? ¿Dónde no se fabrican traiciones…? (Calisto)

e)     Fracaso del amor
Al llegar aquí, hemos de preguntarnos si no será el amor lo que realmente ponga en comunicación a los personajes, si el amor es la auténtica vía de salvación.
Pero la corrosiva ironía de Fernando de Rojas está presente aquí como en todos los aspectos y niveles de la obra. Melibea, que se entrega a Calisto con plena conciencia de lo que hace, tiene la desgracia de haberse enamorado de alguien que, evidentemente, no se halla a su altura humana. Una escena del acto IX pone de relieve la personalidad amorosa de Calisto. Tras las canciones, la descripción del jardín, Calisto oye las quejas de Melibea:
“¿Para qué me tocas en la camisa…? Holguemos e burlemos de otros mil modos que yo te mostraré; no me destroces ni maltrates como sueles…”
Y éste le responde:
“Señora, el que quiere comer el ave, quita primero las plumas.”

Esta frase es muy importante porque demuestra dos cosas:
  1. La destrucción definitiva de todas las retóricas finas e hipócritas del amor cortés típico de los trovadores.
  2. Expone un fenómeno básico de la sociedad burguesa: la cosificación, el proceso en que un ser humano se convierte en simple cosa utilizable con fines egoístas y personales.
f)       La Celestina: bisagra entre el mundo feudal y el mundo burgués.

Una idea básica más: la obra de Rojas es consecuencia del choque entre el mundo medieval, ya en completa descomposición, y el mundo renacentista burgués. Se trata de una obra cuyo autor refleja admirablemente la situación de una Castilla nueva:
-          se ha roto el feudalismo tradicional y teocrático[3].
-          están naciendo las bases del sistema moderno y absoluto.
-          la fragmentación de la persona es una consecuencia palpable.

Todo ello lleva a la aparición de algo nuevo: la soledad y la lucha a nivel individual por sobrevivir en un universo ya no ordenado ni cerrado ni perfecto, y dominado por unas nuevas relaciones de producción, las burguesas. En las cuales, la cosificación del trabajador y por extensión del ser humano es un producto del fetichismo[4] del todopoderoso dinero y de la “cosa” producida. Así, todo se transforma en objetos vendibles; aumenta el valor de las cosas y disminuye el de los seres humanos.

El nuevo fetichismo y la cosificación aparecen en La Celestina en términos crudamente realistas. Todas las invocaciones y programas de amistad, solidaridad, comunicación, fracasan estrepitosamente ante la realidad del dinero y de la lucha entre pobres y ricos.
Los señores explotan y desprecian a sus criados:

“Estos señores deste tiempo más aman a sí que a los suyos. E no yerran. Los suyos igualmente lo deben hacer…”

Sempronio dirá sencillamente, en otro momento, que “quien sirve, no es libre”. Y la inteligente Areúsa dirá con perspicacia:

“Nunca oyen las sirvientas su nombre propio de la boca dellas, sino puta acá, puta acullá, ¿a do vas, tiñosa[5]?, ¿qué hiciste, bellaca?... Por esto, madre, he querido más vivir en mi pequeña casa exenta[6] e señora que no en sus ricos palacios sojuzgada e cautiva.

En La Celestina, pues, asistimos a la liquidación de los valores del mundo feudal y también a la negación de los nuevos valores burgueses, pues en la obra, simplemente, no existe el futuro; el pesimismo de Rojas ante la realidad circundante le ha llevado a un estremecedor callejón sin salida. Toda la obra se encierra en la última frase de la misma, dicha por Pleberio:
“¿Por qué me dejaste triste e solo in hac lacrymarum valle?”

Inhumana y fría, impasible como el reloj que ha marcado las horas de los personajes, solamente queda en pie, en medio de tanta angustia y miseria, esa simbólica ciudad castellana en que Fernando de Rojas ha hecho vivir y morir a sus héroes.


[1] Pármeno resulta así un antecesor trágico de otro famoso corrompido de la literatura española, Lázaro de Tormes, no sólo más cínico sino también más habilidoso para mantener la cabeza sobre los hombros.
[2] Recordar que Calisto muere , precisamente, por su salida arrebatada del jardín.
[3] Sociedad en que la autoridad política, considerada emanada de Dios, se ejerce por sus ministros.
[4] Fetiche: Ídolo u objeto de culto al que se atribuye poderes sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos.
[5] Escasa, miserable y ruin.
[6] Aislada, independiente.

ANIMISMO vs. ORGANICISMO

ANIMISMO vs. ORGANICISMO: Definición y estudio comparativo de dos sistemas ideológicos en conflicto



Animismo: ideología derivada de los valores burgueses.
Organicismo: ideología derivada de los valores feudales.

Animismo

Sin la idea del alma libre o el sujeto libre, no se hubiera podido construir la imagen del sujeto social que fabrica y consume productos (base del sistema burgués). Un siervo pegado a la tierra y a la sangre no funciona dentro de esta ideología.
El animismo, pues, supone la dualidad, el frotamiento entre el alma y el cuerpo: el alma presente en el cuerpo, capaz de atravesarlo y purificarlo. El alma bella y libre es originaria y fundamentadora de todo. Es el soporte del sujeto libre y autónomo; es la verdad hacia la vida, el presente que existe, el amor o la lealtad entre iguales, la simpatía o el furor erótico.

Organicismo

Supone la corrupción del alma por el cuerpo, el peso de lo físico, lo orgánico. El cuerpo que contamina al alma y la pudre, la mortificación a través del cilicio[1], la no existencia de libertad, belleza y pureza; es la verdad de la muerte, es la jerarquía de sangres y la calavera en vez del rostro: sólo existimos como aviso de la muerte.
No hay posibilidad de igualdad o de cambios sustanciales. No hay erotismo sino servidumbre. No hay simpatía o furor erótico (no hay “atracción”) sino semejanzas entre seres de igual jerarquía.


[1] Faja de cerdas o de cadenillas de hierro con puntas, ceñida al cuerpo junto a la carne, que para mortificación usan algunas personas. (Como el cuerpo es la encarnación de Cristo hay que contar siempre con él pero hay que mortificarlo, dañarlo, para que no llegue a creerse una realidad en sí misma.