Bolonia (II):
la enseñanza
¿En qué
consiste el «Proceso de Bolonia», esto es, el Espacio Europeo de Educación
Superior (EEES)? No es un simple cambio
en el plan de estudios, ya lo verán. Lo más complicado a la hora de explicarlo
es separar los principios teóricos de las ejecuciones prácticas y, dentro de
aquéllos, los que se declaran patentes y viajan en cubierta de los que, dicen
los críticos, no están confesados y pueden ir en un submarino. Hoy toca cubierta.
Veremos lo más significativo y, por ello,
más conflictivo. Empecemos por la
enseñanza propiamente dicha. «Bolonia» intenta crear, como las siglas EEES
indican, un sistema educativo común para Europa, extensible a otros
países. Pero lo que va a ser común son
los nombres de las titulaciones y los créditos (o sea, el número de horas) para
el estudiante, pero no los contenidos, que se dejan a disposición de las
universidades: como ahora, pues, si no se remedia.
Dichos créditos se otorgarán por el trabajo
realizado dentro y fuera del aula, y esto último es muy importante por dos
razones: una, por la dificultad que siempre ha habido en el control de tales
trabajos y más aún con la facilidad que hoy se tiene para «inspirarse» en
internet, y otra porque se va a reducir la clase tradicional, «presencial», a
favor de enseñanzas teóricas y prácticas dirigidas pos tutores (es el sistema
inglés y, sobre todo, el americano, que han sido el imán de «Bolonia»). No sé por qué la clase directa (la «magistral»)
tiene tan mala prensa; es en ella donde se vierte la experiencia nunca escrita
del profesor, sus vivencias, su entusiasmo por su materia. No pocos estudiantes cambiaron su rumbo
motivados por las clases «presenciales».
Dudo que hubiera pasado lo mismo con clases «virtuales» y deseo
vivamente que la antorcha de la experiencia sepa transmitirla el sistema
tutorial que se nos viene encima, sistema que funciona en los países que
siempre lo han tenido, los anglosajones, y que en nosotros será una dificultad
añadida muy a tener en cuenta (…)
José
Ignacio Cubero, ABC
Pregunta
1. Señale la organización de las ideas del texto. (Puntuación máxima 1,5
puntos)
La
estructura textual es expositivo-argumentativa y sigue una lógica interna
deductiva, es decir va del Proceso de
Bolonia a la enseñanza propiamente
dicha y de ésta, al aspecto concreto de los créditos.
Primera parte: Presentación del tema (primer
párrafo).
-
Explicación sobre el proceso Bolonia; dificultades con las que se
encuentra.
- Separación teoría y práctica.
- Reconocer los principios teóricos
no confesados.
-
Declaración de intenciones: tratar los principios teóricos patentes.
Segunda parte: Cuerpo argumentativo (segundo y
tercer párrafo).
-
Exposición de la finalidad de
Bolonia: la creación de un sistema educativo común europeo extensible a otros
países.
-
Argumentación: Inconvenientes en la
ejecución del «Plan» en el ámbito de la enseñanza.
- Unificación de titulaciones y
créditos pero no de contenidos (segundo párrafo).
- Cómputo de créditos fuera del aula
con tutorías según el modelo anglosajón y sus consecuencias
negativas (párrafo tercero):
- Dificultad de controlar
el trabajo fuera de aula en la era de internet.
- Reducción de las clases
presenciales.
-
Tesis y conclusión (líneas 28-33: Dudo que... final):
- Dudas sobre la capacidad del nuevo
sistema para alcanzar la misma calidad educativa transmitida a través de las
clases presenciales, donde el profesor motiva a los alumnos con su experiencia
y su entusiasmo.
Pregunta
2. Indique el tema y escriba un resumen del texto. (Puntuación máxima 1,5
puntos)
Tema
Dudas
en la ejecución del Plan Bolonia, especialmente, en la importación de la
metodología del modelo educativo anglosajón.
Resumen
El
Proceso de Bolonia resulta difícil de explicar puesto que, para ello, hay que
saber separar los principios teóricos (tanto explícitos como implícitos) de su
realización práctica. La unificación del sistema educativo europeo ha afectado
sólo a los nombres de las titulaciones y a los créditos y no a los contenidos, que todavía dependen de las universidades.
Además, el cómputo de los créditos se cubre con tutorías y trabajos fuera del aula difíciles de evaluar y que reducirán el
número de clases magistrales. Parece dudoso que el nuevo sistema, anglosajón y
ajeno a nuestra tradición, iguale las ventajas de las clases presenciales,
transmisoras del entusiasmo por la materia y experiencia nunca escrita del
profesor.
Pregunta
3. Comentario crítico sobre el contenido del texto. (Puntuación máxima 3
puntos)
Este texto
periodístico es un artículo de
opinión escrito por Ignacio Cubero en el periódico ABC, periódico de gran
tirada nacional, crítico con los planteamientos socialistas. A juzgar por la
numeración romana del título, podría incluso tratarse de una columna, la segunda de una serie sobre
el mismo tema. El aspecto que se aborda
en ella es el de la enseñanza en el marco de «Bolonia», aspecto que concierne
directamente a los estudiantes que se examinarán de Selectividad. El tema estaba de plena actualidad en
el momento de publicación de la columna y fue además muy polémico: hay que
recordar la ola de manifestaciones, huelgas, encierros universitarios y debates
de que se hicieron eco los medios de comunicación, dentro y fuera de España.
Se trata de un texto de carácter
expositivo-argumentativo, ya que el autor aporta argumentos o razones con la
intención de prevenir a los lectores en contra de «Bolonia». Estos se aducen
después de la exposición de cada idea.
La
opinión no es positiva desde el inicio: ese ya lo verán de la línea tres deja entrever a los lectores que hay “mar
de fondo”, (por seguir con la metáfora marítima), es decir, anticipa la idea
del primer párrafo de que el concepto «Bolonia» no está claro por dos causas:
la dificultad de separar la teoría de la práctica y la existencia de principios
teóricos implícitos que subyacen como un submarino oculto y que contrastan con
otros explícitos, es decir, más confesables.
El autor adopta una pose de objetividad mediante la tercera persona
excluyente de dicen los críticos
(línea 6) que no acaba de convencer ni por la carga amenazante de la metáfora
de un submarino que viaja de
incógnito, ni por el adjetivo valorativo complicado,
ni por la expresión impersonal Hoy toca
cubierta la cual recalca, por contraste, la existencia de zonas oscuras y
su contrariedad por el tema.
En el segundo párrafo, tras captar la atención de
sus lectores con el plural mayestático (veremos,
empecemos), el autor toma partido calificando de conflictivo el tema de la enseñanza. A la enunciación del fin
último de «Bolonia» (la creación de un sistema
educativo común, sobre todo europeo) le sigue un uso repetido del nexo
adversativo pero, con lo que el autor reconoce cierto aspecto positivo -la
unificación de los créditos- para en seguida juzgarlo escaso por ser más de
forma que de fondo; más de nombres de titulaciones y créditos que de
contenidos, los cuales seguirán dependiendo, como hasta ahora, de las
universidades (cosa que critica claramente mediante la expresión si no se remedia).
El tercer párrafo gira en torno a los créditos, es
decir, a un aspecto de lo que hemos llamado la forma. La idea de que los créditos se otorgarán por el trabajo
realizado dentro pero también fuera del aula provoca la argumentación
más elaborada del texto. Esta se centra en las dudas sobre la ejecución de
dicha idea (como se ve por la matización: esto
es muy importante). Así, aparece un argumento de experiencia (cuando alude
a lo difícil que resulta controlar el trabajo del alumnado, sobre todo ahora
bajo el imperio de internet) y otro de contraste entre nuestro sistema
tradicional y el anglosajón (cuando duda de la bondad de un sistema que
sustituirá gran parte de las clases «presenciales» por las dirigidas por tutores).
El análisis sigue con una declaración formulada en
primera persona (No sé por qué ... materia) mediante la cual se extraña de la mala prensa que tienen las clases «magistrales» siendo, como son,
tan buenas transmisoras de sabiduría, experiencia y entusiasmo a la vez estimuladoras
de vocaciones. La primera persona (No sé) remarca su defensa de las clases
magistrales y en las tres últimas líneas, el autor resume y se ratifica (Dudo) en su escepticismo creciente (deseo vivamente) ante el Plan Bolonia:
él no ve claro ni que el nuevo tutor pueda transmitir experiencia como hacían
los profesores “presenciales”, ni que España sea capaz de copiar sin problemas
el sistema anglosajón. Para él, este nuevo sistema educativo se nos viene encima irremisiblemente y eso
es una dificultad añadida para nosotros.
Como se ve, la argumentación del tercer párrafo
tiene buena cohesión (dichos créditos ...
; dos razones: una ... y la otra) y es la más desarrollada por
cuanto que incide en un aspecto concreto de la enseñanza (el de los créditos)
mientras que en el primer y segundo párrafo se habla de generalidades: en el
primero, de las «sombras» de «Bolonia» y en el segundo, de las «sombras» sobre
el significado del término común; en
el primero hay declaración de intenciones e interesa más la carga subjetiva que
la argumentación y en el segundo, se advierte y critica la falta de contenidos comunes,
pero no se argumenta. Al igual que se dedica un párrafo exclusivo (el tercero)
a opinar sobre los créditos, podría haberse dedicado otro a los contenidos. Al
tratarse de un texto fragmentado, a juzgar por los corchetes del final, quizás
ese párrafo sí existiera. Si así fuera, la estructura quedaría más equilibrada.
En general, considero loable el espíritu crítico del
autor ante la implantación de algo tan nuevo, pero parece que defiende en
exceso las clases «magistrales, presenciales» de nuestro sistema antiguo,
olvidando que no siempre estas son tan magistrales o presenciales como su
nombre indica, ni transmiten ese entusiasmo por la materia, de que tanto se
habla, por mucho que vayan entrecomilladas. Por otra parte, el autor nos
confunde al identificar «tutorías» con clases «virtuales»: ¿Es que los futuros
tutores no harán nunca acto de presencia? ¿Es que en las clases prácticas no se
transmite experiencia y gusto por la materia?
Es un hecho que la educación universitaria es
manifiestamente mejorable y que debe ir con los tiempos. Se necesita un cambio
estructural que conduzca a la calidad de la enseñanza y a la capacitación del
alumnado para desarrollar su vida laboral futura. Por tanto, deberíamos
conjugar sabiamente la teoría y la práctica, para lo cual habría que legislar
en consecuencia; deberíamos tomar lo mejor de cada sistema, el nuestro y el
anglosajón, y no adoptar lo nuevo sin criterio. De nuevo se hace necesario el
espíritu crítico: ¿hemos valorado los fallos del sistema anglosajón o solo nos
hemos dejado seducir por sus ventajas? ¿Conocemos realmente cuál es el papel del
tutor o solo nos suena por las películas? ¿Es deseable la excesiva
especialización del universitario o conviene la formación más universal? Me confieso ignorante en la materia y en mi
«descargo» repito ese argumento tan traído y tan llevado de que «no se ha
explicado Bolonia con claridad» ni a la ciudadanía en general ni a los
estudiantes en particular.
En otro orden de cosas, parece que el autor duda de
la capacidad de España para adaptar “Bolonia” con éxito. Es como si pensase que
el alumnado español es diferente del resto, incluso más pícaro para hacer
«trampas» e «inspirarse» en internet; es como si dudara de nuestra calidad de
enseñanza, de la capacidad para reciclarse del profesorado o de la concesión de
una aportación económica suficiente. A
esto último puede que se refiera el autor cuando habla de dificultad añadida muy a
tener en cuenta. Y es que cualquier reforma sin dotación económica es
inviable y más en tiempos de crisis.
A modo de conclusión, conviene destacar la
importancia de este tipo de artículos que, de todos modos, apuntan a aspectos
decisivo en el futuro de los estudiantes y que deben ser puestos en
conocimiento de toda la sociedad para criticarlos con responsabilidad. Cuestiones
como las preferencias de un tipo u otro de metodología son claves en la
realidad educativa actual.