viernes, 19 de noviembre de 2010

ROMANTICISMO. ESPAÑA. SIGLO XIX

Antes de iniciar la explicación de la historia de España del siglo XIX, importa recordar que, en el XVII, los Borbones (principalmente, Carlos III), derogaron leyes y decretos para alentar el espíritu empresarial de los nobles e intentar cambiar la configuración del país, y que nuestros escritores ilustrados (Feijoo, Cadalso, Jovellanos, etc.) sentaron las bases para la desamortización eclesiástica y para romper con las estructuras tradicionales del Antiguo Régimen.

Sin embargo, al inicio del siglo XIX, ocurrirán cambios que resultarán decisivos y que separan ya definitivamente el siglo XIX del anterior.

En España, el primer impacto lo provoco la Invasión Napoleónica (1808-1813), que, además de provocar la guerra de Independencia, dividió al país en dos bandos.


1. Los liberales, en los que aparecen, por un lado, enemigos de la invasión napoleónica, y, por otro lado, los afrancesados, defensores de la monarquía parlamentaria, muchos de los cuales tuvieron que morir en el destierro por su alianza con el gobierno del rey francés José Bonaparte.

2. Los conservadores, defensores del absolutismo y de los valores tradicionales.

Estas contradicciones se reflejaron en las Juntas (la organización que dirigía la guerra contra los franceses), en las que se encuentran liberales que entienden la guerra de Independencia como lucha por las transformaciones sociales, y conservadores que retroceden al absolutismo total.

La guerra antinapoleónica desemboca en las Cortes de Cádiz (1810-1812, donde los liberales logran que sus ideas salgan adelante en la Constitución del 12 ("La Pepa").

Dicha constitución propone una serie de cambios orgánicos en la sociedad civil que la hacen incompatible con el Antiguo Régimen: soberanía popular, división de poderes, supresión de la Inquisición, desamortización eclesiástica...
Pero estos liberales progresistas no tenían, en realidad, una base social en la que apoyarse, y no lograban entenden las verdaderas razones que movían a muchos españoles a luchar contra los franceses.
De ahí, la gráfica frase de Marx "en Cádiz, ideas sin actos; en el resto de España, actos sin ideas". No es extraño que a su llegada al país Fernando VII pudiera liquidar en 1813 toda la obra de las Cortes, haciendo que triunfara (momentáneamente) el "vivan las caenas" sobre España.